Marvin Gaye quiso desaparecer: huir de sus contratos, de sus divorcios, de su popularidad. En 1981, Marvin se escondió en Ostende, Bélgica. Una temporada de exilio, introspección y deriva personal. Como si ya no llevara las riendas de su vida y aquejado por una pena profunda, Marvin dedicó su tiempo a boxear, correr por la playa, entrar en cafés en los que no lo conoce nadie... Richard Olivier filmó estos días extraños en un documental de 30 minutos (Marvin Gaye Transit Ostend) que, tras la muerte del cantante, alargó a 55, incluyendo todo el metraje que tenía de Marvin haciendo lo que mejor sabía: cantar como los ángeles incluso tumbado en un sofá.