Después de Newport y Monterey, Michael Wadleight se lanzó a la filmación del mayor evento musical conocido hasta entonces: los tres días de paz y música del festival de Woodstock, en agosto de 1969. Quería captar “el espíritu de una era”. Y lo consiguió con creces, estableciendo además algunos de los recursos formales que se aplicarían después en la técnica de filmación de conciertos (una de las cosas que mejor ha sobrevivido del documental es el sonido: escuchar “Soul Sacrifice” de Santana, aún sobrecoge). “Woodstock” retrata también con gran eficacia aquella generación que soñaba con cambiar el mundo y veía en la música una caligrafía ideal para articular su discurso. “Woodstock” contiene además momentos míticos como los fragmentos de Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Who, Sly & The Family Stone, Crosby Stills & Nash… un paisaje sonoro irrepetible que, a pesar de la reiteración sometida por la nostalgia a lo largo de los años, no ha perdido un ápice del valor que tuvo en aquel momento crucial.
Jordi Turtós